La feminización o masculinización especialmente la facial, pero también la corporal, son aspectos que interesan notablemente a hombres y mujeres trans. Mientras que los hombres trans gracias a la hormonación consiguen una apariencia tradicionalmente masculina, en las mujeres trans no siempre se consigue. Especialmente, si han vivido una hormonación tardía. Pero ¿existe el dimorfismo sexual entre hombres y mujeres? ¿Es tan evidente?

Las características físicas que en el mundo animal permiten distinguir entre un macho y una hembra, sea cual sea su especie es lo que se llama dimorfismo sexual. Son en estas características en las que, de manera natural, nuestro cerebro se fija para asignar un sexo a un animal o a una persona. Y son en esos mismos rasgos en los que un cirujano plástico se basa a la hora de elaborar técnicas de feminización o masculinización.

Pero, ¿qué es el dimorfismo sexual?

El dimorfismo sexual secundario son aquellas características que en la naturaleza diferencia entre un sexo y otro de una especie. Y dicho dimorfismo, que está exclusivamente relacionado con la reproducción sexual, es el que permite diferenciar una hembra de un macho. Si bien es cierto que estas diferencias no se dan en todas las especies, como en algunos reptiles.

En algunas especies la hembra suele ser de mayor tamaño y más fuerte que el macho. En otras, como los mamíferos, a la que pertenece el ser humano, es al revés. Estas particularidades permiten saber a los arqueólogos cuando encuentran un cráneo o una pelvis, por ejemplo, si se encuentran ante los restos de un hombre o de una mujer.

Este dimorfismo es una estrategia de la naturaleza para la reproducción sexual, para facilitar la evolución de las especies. En nuestra sociedad actual estas características diferenciadoras de los sexos ha perdido buena parte de su utilidad, pero sin embargo, siguen muy presentes.

En dimorfismo sexual entre hombres y mujeres

En el ser humano la estructura ósea tiene una gran importancia en el dimorfismo sexual secundario. Por ejemplo, la pelvis es distinta entre hombres y mujeres como consecuencia de la función de gestación de la mujer.

Dimorfismo sexual: diferencias entre cráneo masculino y femenino

Pero estas diferencias se dan también se da a nivel craneal. La cabeza del hombre es distinta a la de la mujer: la forma de la frente, de las cejas, la línea de nacimiento del cabello, la mandíbula, la nariz, la forma de los ojos… son aspectos que, en nuestros antepasados prehistóricos, tenían una función muy distinta dependiendo de si eras un hombre cazador o una mujer cuidadora. Estos aspectos físicos propios de una evolución para realizar ciertas tareas, han llegado hasta nuestros días. Y si bien ahora ya no tienen la función ancestral, se han quedado en nuestras mentes como una manera de diferenciar entre el aspecto de una mujer y el de un hombre.

Así, dicho dimorfismo está marcado tanto por la genética como por las hormonas, pero también está determinado por la evolución y los roles que desempeñaron nuestros antepasados. Sin embargo, el dimorfismo sexual secundario (el que no hace referencia estrictamente a los órganos sexuales) en el ser humano no es tan evidente como en otras especies.

Algunos aspectos que feminizan o masculinizan un rostro

Son muchos los rasgos sutiles o no que conllevan que veamos un rostro como masculino o como femenino. La forma del cráneo es uno de los más importantes. El cráneo masculino tiene las órbitas más cuadradas y más bajas, mientras que las femeninas son más altas y redondas. Además, la cabeza del hombre dispone de unos arcos supraciliares más marcados y de un abultamiento en la parte superior de las cejas, que probablemente tuvieron una función ancestral en la redistribución del sudor hacia las sienes cuando éramos cazadores y necesitábamos correr detrás de las presas.

Comparación entre la frente femenina y la frente masculina

Al contrario, la mujer que tenía un papel más sedentario y de cuidado de la descendencia no necesitaba esta distribución del sudor, pero sí demostrar una mayor empatía. Por ello tenía unos ojos mucho más grandes
(más parecidos a los de sus hijos), con menos arcos óseos que permiten unas cejas más móviles para así poder comunicar, expresar y empatizar mejor con sus criaturas.

Por dicho abultamiento superior de las cejas (que es el techo del seno frontal) podemos distinguir un cráneo masculino de uno femenino. Así esta zona se ha convertido en uno de los dimorfismos sexuales más importantes. De ahí que la feminización de la frente sea una de las técnicas más potentes dentro del grupo de cirugías de feminización facial. Una feminización que, además, buscará el aumento del tamaño y el redondeo de las órbitas de los ojos para conseguir un aspecto femenino.

 

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