La disforia de género es un concepto que sigue generando confusión y dudas, a pesar de que cada día está más presente en la sociedad y en los medios de comunicación. Sin embargo, muchas veces se asocia como sinónimo de transexualidad, cuando en realidad son dos conceptos diferentes. Por ello, entender qué es la disforia de género y en qué se diferencia de la identidad de género, puede ayudar tanto a personas trans que inician su tránsito, como a muchas familias con un hijo, hija o hije trans. De hecho, la comprensión permite poder acompañar de manera respetuosa, empática y con información.

¿Qué es la identidad de género?

Identidad de género, expresión de género y orientación sexual, son algunos conceptos que suelen confundirse y que no siempre están vinculados al sexo que se nos asignó al nacer.

Podríamos definir la identidad de género como la vivencia interna y profunda que una persona tiene respecto a su propio género. Es importante tener en cuenta, que esto no depende del sexo asignado al nacer – y asociado a unos genitales -, ni de características físicas, ni de normas sociales, ni de la cultura o educación recibida. La identidad de género es una experiencia íntima que se construye, habitualmente, desde muy temprana edad y que puede o no coincidir con el sexo asignado al nacer o con las expectativas que la sociedad tenía sobre esa persona.

Una persona puede identificarse como mujer, hombre, persona no binaria, de género fluido, entre otras posibilidades. Y esta identidad, al igual que cualquier otra característica humana, merece respeto y reconocimiento. La transexualidad forma parte de la diversidad humana, y por ello, se da en todas las sociedades, culturas y épocas. Que tenga una mayor o menor visibilidad en una sociedad concreta, no depende de la incidencia de personas trans en ella. Sino de las leyes, las costumbres y el respeto con la que dicha sociedad vive la diversidad.

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¿Qué es la disforia de género?

La disforia de género aparece cuando existe un malestar significativo entre la identidad de género de una persona y las características físicas – primarias o secundarias – o roles sociales que se le imponen. Durante mucho tiempo, la sociedad confundió la disforia de género con la transexualidad. Pero debemos dejar claro que no todas las personas trans sienten disforia, y el hecho de no sentirla no invalida su vivencia trans en ningún sentido.

Cuando la disforia de género está presente, puede generar un sufrimiento que interfiere en el bienestar emocional, social o funcional de la persona y, por tanto, en su salud. Sin embargo, la disforia no es una enfermedad. Es una vivencia relacionada con el propio cuerpo, con el entorno y la identidad de la persona, que puede requerir de un apoyo emocional, social, psicológico o sanitario.

La Asociación Mundial para la Salud Transgénero – WPATH, por sus siglas en inglés – define la disforia de género como “el malestar o angustia que puede acompañar a la incongruencia entre el género experimentado o expresado y el género asignado al nacer”.

Disforia de género corporal

Entendemos la disforia corporal, también llamada disforia física de género, como el malestar que puede generar el propio cuerpo cuando sus características sexuales no se perciben como coherentes con la identidad de género sentida. Este tipo de disforia puede manifestarse de diferentes maneras, y afectar distintas partes del cuerpo según el sentir de cada persona. Es decir, puede focalizarse en los genitales, el pecho, la voz, el vello facial, la nuez, la forma del rostro, las caderas, la distribución de la grasa corporal…

Este tipo de disforia puede intensificarse en la adolescencia, con los cambios hormonales, o en momentos concretos como la exposición en espacios públicos, la intimidad, o durante revisiones médicas.

En algunos casos, las personas trans que viven este tipo de incongruencia con su cuerpo optan por tratamientos de hormonación o una cirugia de afirmación de género. Esta debe ser una decisión personal basada en la información, la reflexión y el acompañamiento de equipos profesionales informados.

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Disforia social

Cuando el malestar no tiene como origen nuestro cuerpo, sino con la falta de acogida de la sociedad, entonces hablamos de disforia social. Esta se define como el sufrimiento que experimenta la persona transgénero, al no ser reconocida por el entorno según la identidad de género real.

La disforia social puede manifestarse, cuando una persona trans es tratada con un nombre o pronombres que no corresponden con su identidad. Algunos ejemplos son: cuando se le obliga a vestirse o actuar según unas normas sociales de género ajenas, cuando se le excluye, se le invisibiliza, se le persigue, o se le ridiculiza. Este tipo de acciones, pueden tener relación con situaciones cotidianas como entrar en un baño público, rellenar formularios con opciones binarias, enfrentarse a comentarios del entorno familiar o escolar, o ser blanco de discriminación o violencia.

Este malestar puede generar problemas de salud mental, como ansiedad, depresión o dificultades para mantener relaciones sociales sanas. Por eso, el entorno familiar y educativo juega un papel clave en la prevención de la disforia social, creando espacios seguros y respetuosos.

¿Cómo se aborda la disforia de género?

No hay una sola manera. Cada persona es única y vive su identidad de manera individual. Algunas personas trans encuentran bienestar solo con el reconocimiento de su identidad y sin necesidad de cambios físicos relevantes. Otras pueden beneficiarse de terapias de afirmación de género, como hormonación, terapias de masculinización, feminización de la voz o cirugía de género.

La WPATH, en su publicación más reciente, “Standards of Care v8”, establece que el acompañamiento debe ser siempre individualizado, informado y respetuoso. Se recomienda contar con equipos multidisciplinares formados por profesionales de la psicología, endocrinología, cirugía de género, trabajo social y asesoría legal, especialmente en menores y jóvenes.

El rol clave de las familias en la disforia de género

Cuando una familia entiende qué es la disforia de género y cómo acompañar a su ser querido, se convierte en un pilar fundamental. La validación, el respeto por el nombre y pronombres elegidos, y la búsqueda conjunta de información veraz pueden evitar la disforia de género o reducir mucho su impacto.

Existen asociaciones de familias, profesionales especializados y recursos, que pueden ofrecer orientación y apoyo, tanto para la persona trans, como para la familia y su entorno.

¿Cómo se aborda la disforia de género?

La cirugía de afirmación de género o cirugía de reasignación, puede formar parte del proceso para aliviar la disforia corporal en personas adultas. Existen diferentes tipos de intervenciones según las necesidades de cada persona: mastectomía, vaginoplastia, faloplastia, feminización facial, avance de la línea del pelo, entre otras.
No todas las personas trans desean operarse, ni lo hacen por las mismas razones. La cirugía, cuando se realiza con criterios médicos rigurosos y en centros especializados como IM GENDER, puede mejorar de forma significativa la calidad de vida de quienes así lo desean.

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La disforia de género no es una enfermedad

La disforia de género no define a las personas trans, sino que puede o no formar parte del camino hacia el bienestar y la salud global de la persona trans. No es una enfermedad, sino una situación de sufrimiento que se alivia cuando la persona trans puede vivir su identidad con plenitud, sin miedo, con opciones reales y con el respeto que merece.

Para quienes están comenzando su proceso o para las familias que acompañan, informarse es el primer paso. Escuchar sin juzgar, validar sin condicionar, y acceder a profesionales formados y con experiencia que puedan contribuir a que el tránsito sea más fácil y seguro.

En IM GENDER trabajamos con un enfoque integral, basado en el respeto, la empatía y la ciencia. Si tienes dudas sobre disforia de género o sobre cirugía de afirmación genital, solicita una primera consulta. ¡Queremos ayudarte!